Por La Pelu desde Chile
Nunca en mi vida pensé estar en esta situación. Siempre juré y rejuré que no me involucraría con un hombre con hijos. Las razones eran tres y bien simples… tan simples como egoístas.
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1) No me agradan los niños
Crecí siendo única. Mi hermano se fue a vivir fuera de Chile cuando yo era muy pequeña y fui nieta única, por parte de mamá, hasta los 19 años. Siempre los encontré (a los niños) malcriados y poco divertidos. No tenía mi lado maternal desarrollado.
2) Me gusta recibir todas las atenciones del mundo
El amor debe volcarse hacia mí. ¿Compartir esas palabras bonitas y acciones mimosas con un ser más chico?; ¡ni cagando! ¿No siempre iba a tener la atención de mi hombre?
3) Esta criatura tendría mamá
Y por lo que he visto, si están despechadas estas mujeres, hinchan las pelotas de todo el mundo. No, no pensaba aguantar a una ex acéfala y descriteriada.
Así crecí. Manteniendo mi postura. Cuando salía el tema a la palestra; yo, con una seguridad envidiable, decía “¡no, yo ni cagando!”. (Sí, así de rota). Hasta este año, en que se me dio vuelta todo y todavía no logro afirmarme bien.
Mi nueva pareja es papá. Es decir, reúne todo los aspectos que yo detestaba en una pareja. Lo conocí antes, cuando él era pololo de otra y yo, de otro. Con el tiempo, comenzamos a conversar y nos empezamos a conocer. Coincidimos en nuestra soltería y ese fue el inicio de un juego sexual y coqueto que me tenía bien cómoda, pero nos enganchamos y terminamos pololeando… a pesar de que tenía una hija.
Me pasó algo tan extraño con él, ya que la existencia de su pequeña, jamás me importó como yo pensaba. No me molestaba, y sentía (siento) que saca lo mejor de él, como hombre. Su paternidad. Salvo en mi papá, he visto una paternidad tan entregada, visceral, emocional y desgarradora (en el buen sentido). Me identificaba con su hija, por todo lo que ha vivido como familia con padres separados. Yo era ella, imposible sentir algo negativo sobre esto.
Me explicó que nunca ha querido presentarle su hija a sus pololas. Sus motivos eran muy respetables. Muchas no entendían que él vive por su hija y que había días en que debía quedarse con ella. Le reclamaban lo irreclamable. Se comparaban con la pequeña. Me es tan lógico aceptar que no puedo comparar ese amor con el nuestro porque son amores distintos, por eso nunca exigí nada. Porque, además, yo no sé qué se siente amar como madre. No lo imagino, pero lo puedo comprender, porque el amor es el motor que rige al mundo.
Un día, me dijo que quería presentármela. Conmigo quería una familia y que su hija y yo fuéramos amigas. Así fue que la conocí. Mil cosas pasaban por mi mente, mis expectativas eran altas. Pensé en un encuentro lindo y lleno de risas. Pero estaba aterrada, ¿qué pasaría si no le agradaba? Que decepción para él y para mí. ¿Cómo solucionar esa primera impresión, si todo resultaba nefasto? Antes de tocar la puerta, mi corazón latía a mil. Una vez abierta, estaba la suerte tirada.
Llegué. La vi. Un par de horas y estábamos las dos dibujando en el living, mientras él se aislaba para darnos espacio. No lo extrañó cerca de ella, no lo extrañé cerca de mí. Éramos las dos. Hasta hoy, porque ahora somos los tres. <3