Por La Churro desde Chile
Como a todos, la vida me ha dado muchas lecciones, pero también como todos, no siempre logro recordarlas y tropiezo varias veces con la misma piedra. Por ese motivo es que me gusta escribir y releer miles de veces mis andanzas, así no me olvido de los tantos fail que he vivido. Pero las lecciones más importantes requieren algo más que un trozo de papel, por eso en mi piel llevo algunos tatuajes. Todas las mañanas al verme desnuda al espejo, mi mente recuerda lo que mi corazón testarudo se empeña en no querer entender. Hoy les contaré la historia del último diseño que plasmé en mi piel, justamente en honor a ese mal corazón que tengo.
Recuerdo cuando era una pequeña e inocente Churrito, a diario viajaba sola en micro desde el colegio a mi casa para ir a almorzar, mirando el paisaje y pensando en la inmortalidad del cangrejo o la importancia del hoyo en el emboque (expresiones chilensis que indican el pensar en nada trascendente). Durante años vi en muro algo destruido por los años y el óxido, una palabra escrita con aerosol negro que no tenía mucho sentido. Con letra ligada y trazos muy simples, casi infantiles, estaba escrito “remendar” terminando aquella línea de aerosol en un corazón. Veía ese rayado a diario y me preguntaba qué significaba esa particular palabra para quien la había escrito. Es una palabra simple, común, vulgar y que incluso no se usa mucho en la cotidianidad chilena. ¿Cuál era su valor que meritaba ser plasmada con grandes letras en una solitaria calle?
Por aquella época la tecnología no era tan accesible como hoy, así nunca le saqué fotos. Con los años dejé esa cuidad y, cuando regresaba de visita ya cambiaba la micro por los taxis, así que nunca más volví a pasar por aquel escrito. Pero siempre me pregunté por qué esa imagen y esa palabra quedaron tan grabadas en mi mente. Algo en ella me atraía.
La vida me ha traído innumerables hombres y con ellos, miles de malos amores. Mi corazón lo han roto una y otra vez y como por fortuna para mí, si no llueve, gotea, siempre ha habido un hombre que sepa darle primeros auxilios. Siempre hay un clavo que saca a otro clavo, pero también un mal amor se olvida con un amor peor, un sufrimiento se olvida cuando llega un dolor más grande. No digo que todos ellos hayan sido malos, muchos me regalaron momentos de incalculable valor, miles de sonrisas y lecciones de vida, pero era yo la que buscaba algo erróneo en ellos. No le puedes pedir a un alma inocente que repare el daño que otro hizo. Hoy después de haber llorado tanto y darme cuenta de la enorme lista de nombres que intentaron reparar aquel roto corazón, me di cuenta que ninguno lo logró simplemente porque ese poder no estaba en ellos.
Soy yo misma quien debe reparar mi corazón roto, soy yo misma la que debo solucionar mis propias carencias y encontrar esas respuestas en mi interior. No hay ningún hombre ni ningún amor, bueno o malo, que pueda hacer en mí una cirugía a corazón abierto que borre todas las cicatrices, llantos y recuerdos que hay en él. Soy yo misma la que debe aprender a remendar; remendar mi corazón roto.
Y ahí entendí por qué ese rayado caló hondo, cobró vida y se metió en mi mente. Por un motivo no lo olvidé: era una señal de la vida, era la lección que debía aprender. Pero como soy bruta, por más que escribía una y otra vez “remendar” en cuanta superficie encontrara, no lo aprendía. Así que a punta de dolorosas agujas y tintas imborrables en mis costillas intento recordar. Sí, la parte más dolorosa de tatuar para aprender la lección que justamente más dolores me ha costado.
Así que desde hoy, me miro desnuda al espejo y recuerdo que debo tomar hilo y aguja para comenzar a remendar ese corazón. Quizás no quedará como antes, pero aún funciona. Y como es de testarudo de seguro seguirá latiendo intensamente y se seguirá enamorando y sufriendo toda su/mi vida.
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Mi tatuador era sumamente guapo |
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A mitad de trabajo e intentando sonreír... ¡Qué dolor! |
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Posando el trabajo terminado como buena PornoStar |
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Remendar y Maktub. Ya les contaré sobre este último |