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Foreveralone #7: Cuando la "Comunidad de destino" no es tan importante

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Por @p0ps_ desde Chile

Como publiqué hace unos días en twitter, hace un tiempo atrás leí un artículo publicado en otro blog chileno, llamado "casi tan importante como el amor", en él se hablaba de la comunidad de destino.

Citaré textual, lo que para el terapeuta del autor, Sr. Rodrigo Guendelman, es la comunidad de destino: "es una especie de baúl, de clóset gigante, de container que almacena todo lo que hemos vivido en nuestra historia ya sea como pololos, novios, matrimonio (o convivientes), padres y abuelos. Como familia". Continuado el artículo, argumentaba que era esto lo que finalmente lograba sostener a las parejas en los momentos de crisis. Así es, uno hecha mano a la comunidad de destino, la pone en una balanza y ve qué pesa más, quedarse ahí o salir de ahí. Y claro, para un matrimonio de 50 años de relación, obviamente, la comunidad de destino tiene haaarto que afirmar (eso entrando en la generalidad de estar mirando siempre el vaso medio lleno).

Bueno, hace algo más de un año este artículo me pareció maravilloso, creí haber encontrado una razón casi tan de peso como el amor para poder justificar nuestro nuevo re-encuentro. La comunidad destino, así planteada como en artículo, es algo que tiene un valor incalculable y que, por supuesto, debería pesar tanto más que cualquier crisis de pareja. 
Rodolfo Duarte - Fotógrafo - Visuales para Be Bloggera

En nuestro caso, luego de tantos años de relación, había mucha comunidad de destino, llamadas por teléfono a deshora, amigos en común, viajes, carretes varios, cumpleaños de la familia, celebraciones cumpleañeras nuestras, nacimiento de sobrinos, la llegada de Jacinta a nuestras vidas, el terremoto, mi cambio de trabajo, sus innumerables ascensos y éxitos, sus desafortunados fracasos, mis éxitos estancados, y mis fracasos diarios, mi estrés diario, almuerzos cotidianos, comunes, poco elaborados, eramos ayudantes de chef cuando nos jurábamos en Hell's Kitchen, la decoración de nuestro departamento, las hamburguesas a deshora, las largas visitas al supermercado, mis clases de manejo en la carretera, la elección y posterior compra de mi primer auto, los besos apasionados, los besos fomes, las cosquillas, las patadas en la noche, las miradas antes de salir a bailar, los bailes tontos en el pasillo del departamento, el cambio de letra de muchas canciones, las bromas que le hacíamos a la Jacinta, nuestros secretos, tantas cosas más. De que había comunidad de destino, la había. 

La diferencia radicaba en que no era casi tan importante como el amor, era menos importante, y cuando el amor no existe, entonces, ¿igual puedes recurrir a la comunidad de destino?

Cuando uno quiere que algo se acabe, es simple, no hay recuerdo que pese, uno se enfoca en el presente y en el futuro y le da pa'delante, sin importar lo que al otro le suceda, sin importar lo que el otro sienta o piense. Y así fue. No hubo recuerdo en estos 4 años de relación, ni en los casi 3 que vivimos juntos, ni en los 10 años de "amistad" que valieran un poco la pena para detenerse y pensar: en verdad, ¿quiero tirar todo a la basura?

No hubo ni un argumento para poder derribar esa pregunta, ya no existió el "mira, todo lo que hemos construído", ni el "hemos perdido 8 meses de nuestra vida, pero tenemos 30 años o más para poder estar juntos" (aludiendo a nuestro tiempo separados, en donde, dejo en claro que la Santa no fui yo). Cuando el amor se acaba, cuando la fe se acaba, no hay nada, nada a lo que uno pueda recurrir para salvar esa relación, y es ahí cuando la frase "la esperanza es último que se pierde", justamente, no sirve de nada. 


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